Jakub Blaszczykowski (Czestochowa, 1985) se metió en el bolsillo a 40 millones de polacos con un celestial zambombazo que evitó la humillación de caer en casa ante Rusia y, de paso, alimentó seriamente las esperanzas del combinado dirigido por Frantisek Smuda de asaltar los cuartos de final de una gran competición después de tantos años de fracasos y frustraciones.
Jakub Blaszczykowski (Czestochowa, 1985) se metió en el bolsillo a 40 millones de polacos con un celestial zambombazo que evitó la humillación de caer en casa ante Rusia y, de paso, alimentó seriamente las esperanzas del combinado dirigido por Frantisek Smuda de asaltar los cuartos de final de una gran competición después de tantos años de fracasos y frustraciones.
La interminable combatividad del interior diestro del Borussia Dortmund y ese mal genio con el que arenga de manera permanente a sus compañeros no son una simple pose.
De hecho, la personalidad de este Pequeño Figo, como le ha bautizado el añorado Zbigniew Boniek, tiene su origen en un suceso luctuoso que marcó el devenir del capitán polaco a los 11 años. Blaszczykowski presenció cómo su padre asesinaba a puñaladas a su madre, Anna, con la que estaba estrechamente unido.
Su progenitor penó con 15 años de prisión por el crimen cometido, pero Kuba, como se le conoce entre los hinchas de su país, se negó a visitarle ni quiso tener contacto alguno con él toda vez que abandonó el centro penitenciario, el pasado año, aunque sí acudió a su entierro el pasado 20 de mayo.
Un carácter fuera de lo común
Ese trauma fortaleció una personalidad y un carácter que su actual seleccionador califica de "fuera de lo común". La religión se convirtió en el motor de impulsión de una vida dedicada a honrar de manera permanente el recuerdo de su madre.
Ese trauma fortaleció una personalidad y un carácter que su actual seleccionador califica de "fuera de lo común". La religión se convirtió en el motor de impulsión de una vida dedicada a honrar de manera permanente el recuerdo de su madre.
"Lo que pasó aquel día estará siempre presente para el resto de mi vida. Daría lo que fuera por tenerla aquí, a mi lado. Fue como si te dieran un fuerte golpe en la cabeza y perdieras la memoria. Después de una semana te despiertas y es como si empezaras de cero", explicó el ex del Wisla Cracovia hace un par de años en una de las escasas ocasiones en las que ha accedido a contar su drama. Reconoce este luchador modesto pero irreductible que el fútbol fue su gran refugio contra el dolor y, con el tiempo, el germen principal de sus alegrías.
Felizmente casado y, desde hace un año, padre de la pequeña Agata, el capitán coraje polaco rezuma optimismo por los cuatro costados cuando le preguntan por el trascendental duelo ante los checos. "Después del partido que hicimos ante Rusia, hay que ser positivos. Tenemos un país entero detrás nuestro, así que no podemos fallar".
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